viernes, 7 de julio de 2017

Crítica: ERMITAÑO

La maravillosa diversidad que nos permite crecer

¿Qué sucede cuando invade nuestro interior una sensación de inconformidad, de hastío, de querer evolucionar? Muchas veces, el ímpetu y las energías diseñan el camino para lograrlo, encontrándonos en esa búsqueda con personas, ideas, habilidades y sentimientos distintos, que nos ofrecen la oportunidad de crecer. Ermitaño es una puesta que permite al espectador ver más allá y descubrir la infinidad de ventajas que tenemos al convivir con nuestras semejanzas y particularidades como seres humanos.

Bajo la dirección de Andrea Zárate Gálvez y Anaité Caycho Verástegui, en alianza con Kinesfera Danza, este proyecto teatral escrito por Martín Pérez del Solar relata la historia de un cangrejo ermitaño que busca ser más fuerte y grande; sin embargo, siente que su caracola ya no encaja con él y su propósito, por lo que recorrerá las profundidades del mar buscando una nueva caracola que le permita desarrollarse plenamente.

La obra se desarrolla en el fondo del mar, por ello destaca el juego de luces, efectos visuales y vestuario de los actores. El movimiento y expresión corporal combinados con la suavidad de la danza son clave para darle vida al relato, incluso más que los propios diálogos. Un punto destacable es la perfecta combinación entre el mensaje que envía la puesta -la necesidad de crecer, de no estancarnos y caer en el desgano, la fuerza que nos impulsa, los obstáculos y ruido exterior que pretende detenernos- con la versatilidad de un elenco diverso y genuino, que integra a personas con habilidades diferentes, permitiéndoles desarrollarse en el plano artístico.

Seis actores, que interactúan cada uno con su propia esencia, conformando un engranaje en el que unos y otros se apoyan solidariamente. Bernardo Scerpella –interpreta a Bruno, el cangrejo ermitaño– siendo el protagonista de la representación, construyó un buen personaje, con la tonalidad de voz y corporalidad precisas; otro personaje meritorio fue el interpretado por Erick Ríos –Evagrio- quien cautivó con su entrega y profesionalismo; así también José Rojas –Enrique- quien tenía a su cargo un antagónico, que finalmente descubre la bondad de su corazón.

Completan el reparto Claudia Benites, Leydi Layango y Lilia Layango, con intervenciones bien elaboradas. De esta forma, Ermitaño invita a dar un vistazo interior de cada uno y reflexionar acerca de cómo vemos, entendemos y aprovechamos nuestras diferencias como seres individuales y las potenciamos para evolucionar en todos los aspectos de la vida profesional, personal, como sociedad, entre otros. Siendo capaces de complementarlos con las semejanzas que en el fondo compartimos; comprendiendo que no es posible tal trasformación, si no convivimos, valoramos y aceptamos la maravillosa diversidad que existe en el mundo.

La expectativa queda para próximas puestas, en donde pueda apreciarse el talento y trabajo conjunto de personas valiosas, capaces de llevar adelante un espectáculo digno de aplaudirse una y otra vez. 

Maria Cristina Mory Cárdenas
7 de julio de 2017

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