domingo, 21 de mayo de 2017

Crítica: ¿QUÉ TIENE MIGUEL?


Estrafalarias taras de nuestra sociedad

A casi un mes de terminada la temporada de ¿Qué tiene Miguel?, pieza ganadora del segundo puesto en la tercera edición del Concurso Nacional de Dramaturgia del Ministerio de Cultura, escrita por César Vera y dirigida por Fito Bustamante, vale la pena complementar las lúcidas apreciaciones de algunos colegas en redes. Como por ejemplo la de Diego Zubiaga, quien reconoce que "se trata de una propuesta arriesgada, ya que no estamos frente a una obra convencional para nada"; o la de Piero Miovich, quien afirma que "aunque tiene muchas debilidades, esta obra es importante para el teatro nacional". Si bien es cierto existe el consenso que no se trata de una puesta en escena infalible (¿cuál lo es?), sí que tiene ciertos curiosos detalles que la convierten por lo menos, en un espectáculo interesante y recomendable, acaso por la manera descabellada e hilarante de mostrarnos una realidad peruana tan nociva como recurrente: el racismo.

A estas alturas, la trama ya es conocida: el joven Miguel Rimachi (a quien pueden “ubicar” en redes, producto de una atípica campaña de promoción virtual), interpretado por el propio Vera, comunica a su disfuncional familia que se ha convertido en un “cholo”; otras lecturas sugieren que siempre lo ha sido y recién lo descubre, o que aspira a serlo a partir de ese momento. Sea como fuere, la familia de Miguel colapsa ante semejante revelación, en una notable analogía con las salidas del “clóset” de la homosexualidad. No es casual que la única aceptación que reciba por parte de la familia venga del padre travesti. El escándalo que sienten la madre y la abuela refleja de manera precisa nuestra ridícula idiosincrasia y el miedo al qué dirán; como también lo es el comportamiento de la joven empleada, impertinente y desfachatada, barriendo y limpiando mientras se percata de todo el drama.

Existe un consenso sobre el cambio de registro que tiene el segundo acto de ¿Qué tiene Miguel?, así como acaso lo tuvo, salvando las distancias, La dieta eterna (2015). El autodescubrimiento de la “choledad” de Miguel, disparador de la tragedia y vergüenza familiar, es cambiado por una especie de reencarnación de índole religiosa en el muchacho, con todo y aparición del sacerdote de rigor. La situación se invierte: la familia ahora se convierte en el centro de atención y veneración de la comunidad, evidentemente para su propio beneficio, especialmente el de la madre. No le falta razón a Zubiaga cuando afirma que esta parte de la obra signifique “un retrato de la hipocresía y doble moral de nuestra sociedad”. Cierra la puesta el inesperado descubrimiento de la pareja embarazada de Miguel, que agrega otra problemática muy actual a la mezcla.

Si bien Miovich afirma que ¿Qué tiene Miguel? “no es armónica, es exagerada y desenfadada, no atiende a la verosimilitud, y utiliza lo fantástico de modo estrafalario”, sí es cierto que Vera y Bustamante consiguen una puesta en escena que se deja ver, con algunos momentos memorables y ciertos personajes bien bosquejados, aprovechando ajustadamente con proyecciones el ecran del Centro Cultural Ricardo Palma. Destacar en el elenco a la siempre efectiva Trilce Cavero, a la divertida Carolay Rodríguez y al bienvenido regreso a las tablas de Raúl Durand. ¿Qué tiene Miguel? ha traído consigo una saludable polémica, como toda obra de arte que se precie de serlo (¿cuál no lo es?). Dejando de lado subjetividades, se trata de una propuesta honesta que busca poner en el tapete, a su estrambótica manera, lastres como la injusticia, la doble moral y la discriminación a todo nivel, que tanto daño le hace a nuestra sociedad.

Sergio Velarde
21 de mayo de 2017

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