viernes, 8 de abril de 2016

Crítica: EL REY DE LAS AZOTEAS

Con cariño para Ribeyro   

Conmemorando los 20 años de la partida de nuestro Julio Ramón Ribeyro, uno de los más notables cuentistas latinoamericanos, el colectivo Butaca Arte y Comunicación (responsable del tardío y excelente estreno de Nosotros los burócratas de Delfina Paredes) decidió el año pasado adaptar para la escena uno de sus más célebres cuentos, Por las azoteas. Escrita y dirigida por Herbert Corimanya, la obra El rey de las azoteas marcó también el regreso a las tablas del gran actor Eduardo Cesti, en una temporada dirigida al público familiar. Reestrenada este año en el Centro Cultural Ricardo Palma, y ahora con el competente Willy Gutiérrez en rol protagónico, la obra pudo pecar acaso de ser algo dilatada para estar dirigida a un público infantil. Sin embargo, los aciertos en la dirección y en el elenco sostienen perfectamente la puesta en escena.

“A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos”. Así comenzó Ribeyro su tierno relato acerca de un niño de diez años (Martín Velásquez), que acumulaba toda clase de trastos en las azoteas, viviendo en un mundo de fantasía. Corimanya introduce sabiamente el personaje de una niña (Emily Yacarini), que funciona como cómplice y amiga del pequeño en sus aventuras, generando muchos momentos de humor y ternura. El descubrimiento del Hombre Chatarra (Gutiérrez) también creará una simpática relación de amistad. Se percibe una propuesta interesante en lo que respecta a la simbología en el montaje, para recrear el mundo imaginario de los niños, utilizando elementos sencillos pero funcionales.

Para convencernos que los personajes que aparecen en el escenario son niños de verdad, se debía contar con actores profesionales completamente entregados a su trabajo de interpretación. En ese sentido, tanto Velásquez como Yacarini (director y actriz de Nosotros los burócratas, respectivamente) están entrañables e intachables. Gutiérrez demuestra su oficio en estas lides, mientras que Miguel Campana maneja con destreza los variados elementos escénicos que acompañan la historia. Corimanya logra manejar con fluidez la puesta de El rey de las azoteas, respetando el legado y el espíritu de nuestro imprescindible Ribeyro, entregando al público un espectáculo sumamente recomendable.

Sergio Velarde
8 de abril de 2016

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