sábado, 16 de mayo de 2015

Crítica: MÁS PEQUEÑOS QUE EL GUGGENHEIM

Digna muestra del teatro independiente mexicano  

Uno de los referentes obligados del actual teatro independiente mexicano es la obra Más pequeños que el Guggenheim de Alejandro Ricaño, que se mantuvo por cerca de 5 años ininterrumpidos en cartelera. Una ingeniosa pieza que juega con la metatetralidad: dos amigos viajan a España y vuelven derrotados a su país de origen, y luego cuentan en una obra de teatro su propia historia, es decir, aquella de dos amigos que viajan a España y regresan para contar sus aventuras en una obra teatral. Acaso aparente ser complicado el hilo dramático, pero no lo es. Los amigos en cuestión convocan a dos remedos de actores para que les ayuden a estrenar la puesta en escena: un cajero con ganas de ser actor y un albino huérfano; en medio de los ridículos ensayos, nos enteramos de la triste historia personal de cada uno y comprobamos que valores como la amistad y la tolerancia son indispensables para ser felices. La puesta en escena peruana en el Teatro Auditorio de Miraflores, a cargo del grupo Molinos de Viento y del joven Miguel Torres (director de Almendrita y actor en Tres), no deja de tener interés, pero sí tiene algunas carencias que debe corregir para que el montaje final sea redondo.

Para adaptar obras extranjeras a nuestra propia y acaso única y delirante realidad, debe tenerse mucho cuidado, pues se puede crear un gran obstáculo muy difícil de sortear entre el actor y el espectador, para creerse lo que ve en el escenario. Por ejemplo, David Carrillo acertó en su versión peruana de Chico encuentra chica; Diego Lombardi y Norma Martínez prefirieron mantener hábilmente el espacio y tiempo que exigían los textos de Phoenix, volver a empezar y Stop Kiss, respectivamente; y Darío Facal sucumbió al atreverse a colocar el nombre de nuestra ciudad en el título de su versión “limeña” de Madrid Laberinto XXI. Y no es que los nombres de los personajes de Más pequeños que el Guggenheim nos molesten; el problema es que Sunday (Ronie Cuba), Gorka (Alejandro Mansilla), Jam (Sergio Marroquín) y Al (Draco Santos Del Rosario) no se expresan y a veces, no se comportan como peruanos de verdad, delatando el origen azteca del autor.

Sin embargo, Torres se las ingenia para insuflarle un necesario ritmo a las primeras escenas, en las que poco a poco nos acostumbramos a los personajes y se va generando algo de suspenso, conforme avanzan los atípicos ensayos. El clímax de la puesta en escena (y acaso su mejor secuencia) es la del estreno de la obra dentro de la obra, con los actores disfrutando a sus anchas luego de un algo dilatado primer acto. La química del elenco se hace notar, regalándonos algunos divertidos y también conmovedores cuadros. La pieza de Ricaño no le quedó grande a Torres, si comparamos al descomunal Museo Guggenheim de España con los personajes de Sunday y Gorka, pero sí es necesario que el director revise cuidadosamente el texto, para que Más pequeños que el Guggenheim, ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido en el 2008, sea el espectáculo sólido y efectivo que está destinado a ser.

Sergio Velarde
16 de mayo de 2015

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