martes, 17 de febrero de 2015

Entrevista: ALFONSO SANTISTEVAN

“Espero que el teatro peruano siga reflexionando sobre el Perú.”

“Comencé en el 72, tengo 43 años haciendo teatro”, nos comenta el actor, dramaturgo y director arequipeño Alfonso Santistevan, ganador del premio del público al mejor actor de reparto por El Camino a La Meca, según la encuesta propuesta por El Oficio Crítico. “Empecé en el TUC en Camaná, pues me empezó a intrigar el teatro, pero no quería ser actor. Entré allí, porque fue lo único que encontré. No podía meterme a la ENSAD, porque eso implicaba un compromiso más serio, y en aquella época no era bien visto por los padres”, recuerda. Fueron dos años de aprendizaje en el TUC y Alfonso decidió trabajar con varios directores, pues consideró que era la mejor manera de aprender. “Tuve la suerte de estar al lado de Ricardo Roca Rey y Reynaldo D’Amore, asistiéndoles en las obras. También colaboré con otros directores como Marco Leclere y algunos que recién comenzaban como Jorge Guerra y Edgar Saba, entre otros. Aprendí de todo, ya que me interesaba dirigir.”

En medio de ese aprendizaje es que Alfonso conoce a Alonso Alegría, fundador y director del Teatro Nacional Popular. “Fue un proyecto muy interesante, trabajé cuatro o cinco años como director asistente. Hicimos una versión muy buena de Edipo Rey y también, Los Conquistadores de Hernando Cortés. Fueron varias obras que en su momento fueron importantes.” Justamente en ese lapso, Alonso dirige su primera obra en el Teatro Nacional Popular. “Dirigí Esperando a Godot, ¡vaya atrevimiento! Los actores del TNP eran muy buenos, como Felipe Ormeño, Walter Zambrano y Oswaldo Fernández.” Una vez terminado ese ciclo, Alfonso ingresa a Cuatrotables, trabajando otros cuatro años con Mario Delgado. “Hice producción para dos giras y espectáculos nacionales, también comencé a trabajar como asesor dramatúrgico a partir de La agonía y la fiesta, un montaje icónico de Cuatrotablas. Además, ahí conocí a Maritza Gutti, que fue mi esposa.” Después funda el Teatro de Cámara, al lado de los actores del Teatro Nacional Popular y otras reconocidas figuras como Haydeé Cáceres y Carlota Ureta Zamorano. “Empezamos a hacer obras clásicas con un enfoque moderno: Medea, Yerma, La vida es sueño, siempre dirigiendo. Pero lamentablemente nos fue demasiado bien y el grupo se disolvió, ya que todos éramos muy requeridos y no podíamos reunirnos para hacer una obra al año juntos.”

Sus montajes y el descubrimiento de la actuación

Alfonso Santistevan dirigió entre 1979 y 1994, cerca de treinta montajes, entre trabajos profesionales y de escuela. “Dirigía por encargo y además me dedicaba a enseñar. Es entonces que decido por necesidad, escribir. En 1986 estreno mi primera obra como autor: El caballo del Libertador. Le siguieron Pequeños héroes, Esperando la ocasión, Vladimir, Naturaleza viva Querido Antonio.” Luego hizo un alto en su actividad teatral para dedicarse a la publicidad. “Y regreso al teatro de una manera más contundente en el 2002, cuando Chela De Ferrari me llama para actuar en un pequeño personaje en El Avaro en el Centro Cultural de la Católica. Recién ahí empiezo a actuar formalmente, cosa que nunca había buscado. De todo este tiempo, en 35 años hice 3 papeles, y en los últimos 10 años he hecho como 30.” En los últimos años, Alfonso ha dirigido La China Tudela (2008) y La puerta del cielo (2010), esta última también como dramaturgo, así como co-autorías con Marisol Palacios y versiones de obras para Gisela Cárdenas y July Natters. “Para mí fue un descubrimiento el actuar, ya que sentía que no era lo mío. Y creo que es curioso, pues recién ahora descubro lo que es la actuación. Mi camino fue al revés.”

“Considero que un buen actor de teatro debe tener sensibilidad, tiene que ser sensible a lo que pasa alrededor, con tu país, con uno mismo; sin sensibilidad no hay materia para trabajar la actuación”, asegura Alfonso, que también le otorga mucha importancia a los recursos técnicos del actor. “Tiene que preparar su cuerpo, su voz, para dar lo mejor de sí. Muchos creen que actuar es hacerlo bien y ya está. Eso no está bien. El actor que no tiene una preparación técnica va a tener una carrera corta y hará siempre la mismo; al prepararse tendrá más oportunidades. No solo se trabaja de inspiración, uno se ha preparado para esto.” Afirma también que una cualidad indispensable para el actor es ser humilde. “Es fundamental, tiene que entender que el actor desparece, quien está en el escenario es el personaje. Si uno logra eso, entonces ha conseguido algo maravilloso, eso es lo que yo aspiro.”

Por otro lado, para Alfonso un buen director teatral también debe tener sensibilidad. “Creo que el teatro es arte; si no somos sensibles, no hay arte.” Asegura también que el director debe tener mucha habilidad para hacer que las cosas se produzcan, no para imponerlas. “Si el director es capaz que el actor descubra el personaje, entonces es fantástico. Un director no debe dirigir, debe acompañar al actor. No me gusta la palabra dirección, porque en realidad, parece que hay una jerarquía y de ninguna manera es el jefe.” Considera también que un director debe tomar parte en la polémica filosófica y estética que viene desde hace 4000 años. “Un director no debe trabajar por la simple frivolidad, o porque me sale bonito y quiero el éxito. Un director es un artista y tiene que estar presente en esa polémica. Muchas veces los jóvenes creen que es una cuestión de moda, que está de moda lo postmoderno. Pero no entienden que lo postmoderno es también parte de esta polémica muy antigua. Yo sí creo que un director es un artista y tiene que ser además, un filósofo.”

“Es curioso: yo he dirigido tanto, y a la vez, tengo el mayor de los respetos con  los directores con los que he trabajado”, menciona Alfonso. “Cada uno tiene su estilo diferente, su manera de llegar al actor. Yo respeto todo y he tenido suerte, ya que no me han tocado directores autoritarios, que no escuchan o que tengan la idea del actor títere. Mis directores han sido sensibles e inteligentes.” Uno de ellos ha sido Mikhail Page, director de El Camino a La Meca; Vladimir, de autoría del mismo Alfonso; y la muy interesante Heminghway. “Lo conozco desde hace varios años, cuando trabajábamos en Antígona (2006); yo actuaba y él era asistente de Roberto Ángeles. Mikhail es una persona que no ha buscado tener suerte, él ha buscado formarse y eso es algo muy importante.” Para Alfonso, existe una generación de directores muy interesante, como Carlos Galiano, Vanessa Vizcarra o Ernesto Barraza. “Creo que están conformando una generación interesante de recambio, y de ahí vienen los más jóvenes, que se vienen formando en festivales como Saliendo de la caja”, asegura.

La cautiva y futuros proyectos

“Para comenzar, todo ese asunto es bastante estúpido”, exclama Alfonso sobre la acusación de apología al terrorismo que pendía sobre la puesta en escena de La cautiva. “Estamos hablando de cosas de niveles muy diferentes. La cautiva es una obra profundamente artística y verdadera, es un espectáculo que está más allá de todo cuestionamiento. Cualquiera, no estoy hablando de alguien preparado, pero cualquiera que la ve, se da cuenta que esa obra no es apología  al terrorismo, como tampoco lo es para el accionar del ejército. Porque ésa no es la misión del arte y del teatro.” Alfonso no podría asegurar si existirán futuras repercusiones negativas en la dramaturgia nacional, pero sí le parece que el tema de la guerra interna no se ha acabado de discutir y de digerir. “Obviamente es un tema que polariza y seguirá polarizando. Lo peligroso del asunto es que esta estupidez logre intimidar a la gente para que no se hable del tema.” Alfonso ya había hablado de este tema, antes que se produzca la guerra interna. “En 1986, El Caballo del Libertador y Pequeños héroes fueron dos obras que tratan directamente el tema. En aquella época, aunque parezca mentira, no parecía peligroso hacerlo, a pesar de que recibíamos ciertas críticas de Sendero o había gente de Seguridad del Estado, que venía con sus cuadernitos y apuntaba frases de las obras.” Sin embargo, Alfonso piensa que hoy en día es mucho más peligroso. “Porque estamos hablando de algo que ya pasó, que ya es historia y que tenemos que digerir. No podemos decir esto es apología o no. El tema va mucho más allá. Espero que no intimide a los que quieran escribir sobre esto y espero también, que el teatro peruano siga reflexionando sobre el Perú. Es algo fundamental.”

Para el 2015, veremos a Alfonso en las tablas. “Seguiremos con la eterna Toc, toc, una obra que me gusta mucho hacer, pues está bien escrita y por eso tiene éxito. El trabajo de Juan Carlos Fisher (su director) y el elenco es muy serio. Los que no la han visto piensan que es una chacota y no lo es, es una obra seria; y si no se hace de manera seria, no funciona la comedia.” Luego interpretará a Mefistófeles en la nueva versión de Fausto, con la dirección de Mariam Gubbins. “Y más adelante trabajaré con Alberto Isola en Un cuento de invierno de Shakespeare. Con Alberto tenemos una amistad muy buena, a pesar de no haber trabajado mucho juntos, solo nos hemos dirigido un par de veces y participado juntos, como actores, en un par de obras.” Para Alfonso, en el Perú hay generaciones que se retroalimentan. “Hay un teatro comercial, experimental, juvenil, popular; esa multiplicidad es lo que enriquece todo”, finaliza.

Sergio Velarde
17 de febrero de 2015

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