lunes, 6 de agosto de 2012

Crítica: EL LENGUAJE DE LAS SIRENAS

Notable estreno nacional

Un tsunami amenaza nuestras playas. Todos han huido despavoridos del lugar, a excepción de una familia acomodada, que haciendo caso omiso a la alerta, decide bajar a “disfrutar” de un cálido momento familiar, con todo y empleada. Así inicia El lenguaje de las sirenas, escrita y dirigida por Mariana De Althaus. Los estereotipos no tardan en aparecer: el padre (Javier Valdés), machista a más no poder, preocupado sólo en conseguir dinero para mantener su status; la madre (Sofía Rocha), frívola e “inclusiva” a su modo de ver; el hijo (Sergio Gjurinovic), frustrado y con un secreto aún por revelar; y la hija (Laura Aramburú), con graves problemas sicológicos. Sin embargo, luego del divertidísimo primer acto, aparece lo impensable: una sirena (Gabriela Merino), con rasgos andinos y quechuahablante, aparece en la orilla ante la mirada atónita de los presentes en el lugar. Y ante este hecho, por demás inaudito, cada uno de los personajes reacciona de una manera coherente y entendible, de acuerdo a sus personalidades. La llegada del socio del padre (Marco Antonio Huanchaca) y el descubrimiento del lenguaje de la sirena (que sólo es entendible por la hija) provocan no sólo la ruptura de la familia, sino también el que afloren los instintos más básicos de sus integrantes.

El espacio del Museo de Arte de Lima es convertido en una verdadera playa, gracias a la iluminación, el sonido y la arena en el suelo. La amenaza del oleaje es actuada por el elenco con plena convicción. La poesía, presente en el montaje a través de la voz en off de los hijos contribuye a generar la atmósfera adecuada para la atmósfera. La presencia de la sirena, muy estilizada visualmente, es utilizada por la autora directora como el desencadenante del drama, para colocar en el tapete la profunda discriminación racial que afecta nuestro país hasta el día de hoy, y que no tiene signos de desaparecer. Resulta revelador, por ejemplo, que un hecho tan ridículo como el de pretender pintarle el pelo de rubio a la sirena para poder vender más entradas para su circo, sea celebrado por el público asistente. La ironía, bien utilizada escénicamente, y la imposible presencia de este personaje mitológico sirvan para crear conciencia en el público sobre las profundas diferencias que todavía permanecen en nuestro inconsciente colectivo.

La directora y dramaturga Mariana De Althaus consigue un lírico y hermoso montaje, rico en imágenes y lecturas por descubrir, así como con excelentes actuaciones del elenco. Destaca por supuesto, la notable Rocha, quien sabe ser tierna y divertida a la vez, como cuando trata de disimular en inglés los comentarios racistas; pero también es dramática y veraz al tomar su última decisión. Mención especial para Andrea Fernández como la empleada Evelyn, totalmente convincente en todo momento y alejada de cualquier facilismo en su interpretación. El lenguaje de las sirenas es un sencillo espectáculo que emociona, divierte, busca la reflexión del espectador sobre un tema tan nuestro como lo es la discriminación y que se convierte, por mérito propio, en uno de los mejores estrenos de teatro independiente en lo que va del año.

Sergio Velarde
06 de agosto de 2012

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