miércoles, 29 de junio de 2011

Crítica: EL SOPLADOR DE ESTRELLAS

Grata sorpresa en la AAA

Una auténtica sorpresa significó el estreno de la obra El soplador de estrellas, una adaptación del director y dramaturgo argentino Ricardo Talento a cargo de la directora Yasmín Loayza, en el marco de un nuevo aniversario de la Asociación de Artistas Aficionados AAA en el Centro de Lima. Y es que en medio del estéril panorama del teatro infantil, atosigado por enésimas e inútiles repeticiones de cuentos clásicos y algunos contados aciertos, el apreciar una puesta en escena para toda la familia original, ordenada, entrañable y con un inteligente mensaje para reflexionar, resulta un completo acierto por parte de los realizadores.

Desde su improvisado observatorio en la terraza de un edificio, el maestro Bornolio dedica sus noches a pedirle al cielo deseos para toda la humanidad. El problema radica en que, a pesar de su altruismo, por cada deseo que pide, sopla y apaga una estrella con absoluta precisión, con la ayuda de un Estelaeróforo Retráctil, aparato con el que puede lograr su objetivo. Entonces aparece la ingenua Cibelina, una aspirante a ayudante, que al enterarse de que el cielo se está quedando sin estrellas, hará todo lo posible para que Bornolio encuentre una nueva manera de cambiar el mundo, sin dejar el cielo a oscuras. Este conflicto es sumamente interesante y lleva a la reflexión a los más pequeños, ya que no se le puede acusar a ninguno de los personajes de obrar mal, pues sus intenciones son sinceras y justas. Y la relación amical entre Cibelina y Bornolio está actuada con mucha ternura, que captura la atención del público hasta el feliz desenlace.

Excelentes actuaciones de Manuel Calderón y especialmente de Ximena Arroyo, muy carismática, en un papel que le exige una dosis de ingenuidad, que no le veíamos muy seguido. Acaso las referencias localistas (como los nombres de diarios, las combis, el Metropolitano) puedan distraer de la mágica atemporalidad que fluye a través de la puesta en escena, pero éstas no perturban el avance de la historia. Mérito de la joven directora Yasmín Loayza, que sabe aprovechar por igual las acciones físicas de los actores y el simpático texto, para lograr la complicidad con el público. El soplador de estrellas es un claro ejemplo que es posible realizar obras infantiles de calidad para el disfrute de toda la familia.

Sergio Velarde
29 de junio de 2011

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